¿Qué es la profesionalidad?

Es una de las palabras de moda. Todos queremos y creemos ser muy profesionales, pero la realidad se nos impone en forma de impedimentos reales o inventados para justificar nuestra “Zona de Confort”.

¿Y qué consideramos profesionalidad?

Para comenzar, creo que deberíamos decir que la profesionalidad es un conjunto de muchas cosas. Una vez que hemos citado a Perogrullo con pleno éxito tendremos que analizar algunas de esas cosas.

La primera es conocer en qué consiste nuestro puesto de trabajo. No basta una idea aproximada, ni siquiera un conocimiento de la mayor parte de las tareas que contiene. El conocimiento de nuestro puesto de trabajo implica conocer en su totalidad todas y cada una de las funciones y tareas que conlleva, y la responsabilidad de cumplirlas todas de la manera más exacta y concienzuda. TODAS, no aquellas que nos apetezcan más, o que nos resulten más sencillas por nuestra forma de ser.  Mea Culpa, pues.

También implica tener claramente delimitada la importancia que tiene su cumplimiento para el resto de la Organización a la que pertenecemos. Y esa importancia es total, puesto que si así no fuere, con hacer desparecer ese puesto estaríamos resolviendo los problemas que la ineficacia en ese desempeño crea a todo el entorno.

También implica el tener la preparación adecuada para cumplir de manera satisfactoria las funciones que ese puesto conlleva. Y esto ya es más complicado: Se necesita una dedicación personal a la mejora de las aptitudes propias para el correcto desempeño de esas funciones, puesto que vivimos en un entorno cambiante desde hace aproximadamente un millón de años pero nos parece que solamente nos atropellan a nosotros los cambios. ¿Quién maneja al 100% las herramientas de cualquier tipo y las posibilidades que ofrece la tecnología actual? Solamente los maestros, y de esos hay muy pocos y seguramente lo sean en esa habilidad concreta habiendo descuidado algunas más que conlleven responsabilidad sobre otras personas, por lo que cualquier puesto que conlleve una gestión operativa esté totalmente desaconsejado para ellos.

La segunda es conocernos a nosotros mismos de manera suficiente como para saber cómo debemos comportarnos frente a las exigencias de nuestro puesto. ¿Somos capaces de desempeñarlo sin angustias ni tensiones propias? Si así se produce es que no estamos satisfechos con lo que hacemos ni en cómo lo hacemos. Y esto se traslada al resto de la organización de una manera muy rápida. Los resultados nos pueden acompañar durante una temporada, pero sin el espíritu de superación y autocrítica para la mejora real, las consecuencias personales y posteriormente profesionales son devastadoras.

Y creo que en este punto es en el que debemos hacer más hincapié tanto desde el punto de vista personal como el de las empresas. No es interesante, más bien contraproducente exigir resultados de un determinado tipo a quien no está preparado para conseguirlos.

Y en este punto, voy a poner un ejemplo que no por manido deja de ser muy descriptivo: ¿Nombramos CEO (Chief Executive Officer, que dicen los que saben inglés) de una multinacional farmacéutica al Premio Nobel que ha descubierto el fármaco que ha hecho multimillonaria a la empresa?

Como ese ejemplo es muy complicado, bajemos a la Tierra: ¿Nombramos Director Comercial al mejor de nuestros comerciales?

Podemos hacerlo, pero pedirle profesionalidad en un cargo para el que no está preparado, es hacer un mal favor a la empresa.

Y lo que es peor. A él.

Volvemos al problema generalmente mal resuelto de las Promociones Internas. Al final, falta de profesionalidad en las decisiones.

Esperamos vuestros comentarios.

Un cordial saludo

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